GUÍA DE PESCA: EDUARDO F. CAÑUETO (LOBO DE MAR)

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lunes, 22 de mayo de 2017

LA TEORÍA DE CIRO (dedicado a mi amigo Cirilo Manuel Pérez Morón, por Eduardo F.Cañueto)

Comencé la actividad de la pesca deportiva quizás como todos, o casi todos. Siendo muy chico, tal vez 5 o 6 años, no mucho más que esto. Por esos años vivíamos con mi familia en la provincia de Córdoba, Argentina, y en aquel entonces  íbamos con mi papá y mi hermano a pescar a los lagos de la zona, o a algún río, era siempre los días domingos, y además venía acompañado de un asadito. Al principio la pesca fue de mojarritas, en una sana competencia con mi hermano y mi papa que lo disfrutaba mucho. Siendo un poquito más grandes recuerdo como con mi hermano, arrancábamos el día lunes empezando a preparar cosas para el fin de semana, a desarmar y a armar equipos, (en esa época no teníamos casi nada de equipos, por no decir nada de nada, pero lo que teníamos sí que lo hacíamos valer), clavábamos y desclavábamos nuestra artesanal caja de madera de pesca que llevábamos con nuestras cosas, casi siempre lo mismo, alguna boya de madera balsa hecha por nosotros, algunos anzuelos, algunos pedazos de nylon, algún reel regalado que no funcionaba, pero que pensábamos que si funcionaba seríamos los mejores. Cuando salíamos de la escuela, todos los días hacíamos una pasadita de regreso a mi casa por el lago para observar a otros pescadores, y cómo pescaban…
Mientras tanto nosotros seguíamos soñando con nuestra pesca del fin de semana, esa que hacíamos con el viejo desde chicos, la esperábamos con mucha ansiedad. Ese día era glorioso, mi papa cargaba de todo en el fitito (auto Fiat 600), subía mi mama, obviamente él, Terry (mi amigo fiel que me acompaño hasta que yo cumpliera 15, un caniche cruza con maltez), mi hermano, yo, la parrilla, el carbón, los platos, el asado, el pan, los equipos, etc. Ese fitito era casi mágico, entraba de todo. Cuando llegábamos a destino, Terry saltaba del asiento de atrás hacia el de adelante, y ni bien abría la puerta del auto mi papa, Terry saltaba al mundo exterior. Casi atrás de él, hacíamos lo mismo mi hermano y yo pero con los equipos de pesca. Una especie de ansiedad acumulada desde el día lunes, una cantidad de teorías casi científicas a punto de llevarse a cabo, nuestros equipos preparados listos casi como para una competencia, arrojábamos todo el arsenal a esos lagos, mientras mi papa descargaba el fitito. Dentro las cosas que descargaba del auto mi papa, bajaba una línea de mano (la famosa línea de pesca de volea enrollada en una lata de durazno vacía).
Una vez que terminaba de armar el campamento desarmable, prendía el fuego, y mientras la leña se hacía carbón, arrojaba su línea al lago, y ahí la dejaba. Mi hermano y yo éramos grandes observadores, y algo nos llamaba la atención. Porqué nuestro papa que nos dejaba pescar a nosotros en el lago, nos dejaba con nuestras teorías aprendidas de pesca, y con todo lo especulado durante la semana, porqué él que se ocupaba del asado y no le prestaba atención a la pesca, terminaba pescando mejor que nosotros o bien más cantidad, o bien más calidad. Qué hacia mi papa que nosotros no nos dábamos cuenta. Nosotros que teníamos caña de pescar, que teníamos unas sofisticadas líneas compradas en buenas casas de pesca, perdíamos esa competencia. Bueno, a decir verdad, lo que para nosotros (mi hermano y yo) era una competencia, para mi viejo era la salida del fin de semana, no una competencia y esa fue la clave que asimile con el tiempo. 
Ya pasaron más de 40 años de esa situación, desde hace más de 30 años trabajo como guía de pesca, algunas situaciones se repiten. ¿Podemos teorizar un poco en el ámbito de la pesca deportiva? ¿De qué se ocupa la ciencia sino es la de captar las regularidades del mundo? ¿Acaso no transforma en leyes esas regularidades para poder explicar y predecir algunos fenómenos? Si bien la pesca no es una ciencia en el sentido estricto de la palabra, en lo que sigue del siguiente artículo quiero hablar sobre la “Teoría de Ciro”, qué comprendiéndola quizás podamos predecir y explicar algunos fenómenos de nuestra actividad en cuestión, la pesca deportiva.
Ciro (como lo llamo yo, su verdadero nombre es Cirilo), vive en la ciudad amazónica de Iquitos al NE de Perú, que es la ciudad capital de la provincia de Maynas y el Departamento de Loreto. No solamente es mi compañero de pesca cada vez que visito la zona, sino que además es mi amigo. Con Ciro hemos andado pescando por distintos sitios en la selva, ríos, lagos, charcos, etc., pero nunca voy a olvidar su carta de presentación la primera vez que fuimos a pescar, mi ansiedad me carcomía por capturar un tucunare, estaba coordinando un grupo de pesca, no solamente tenía que lograr que todos pescaran, sino que además quería mi trofeo. “Relájate, la ansiedad no es buena para la pesca”, fueron las primeras palabras de Ciro. Y yo como me iba a relajar, si para llegar a la zona de pesca había tomado dos vuelos, me había trasladado en camioneta una hora, luego 3 horas más en una embarcación ligera por el río amazonas, luego había caminado por la selva hasta llegar al lago donde íbamos a pescar. Llegado al sitio de pesca, le muestro los señuelos a Ciro, y le pregunto: “cuál crees tú que puede andar mejor en este ámbito de pesca”. Ciro responde: “todos son buenos, pescar también es un acto de fe”, segundas palabras de Ciro, y de un modo irónico continúa, “a mí cuando un señuelo no me funciona le hablo”. Risas de ambos. Continúa Ciro diciendo: “lo importante en la pesca es que puedas disfrutar del entorno, encontrar una armonía entre tu actividad y la naturaleza, sólo así vas a disfrutar la pesca”. En ese momento comprendí que con Ciro teníamos algo fundamental en común, la pasión por la pesca, y eso iba a generar una gran amistad. Fueron pasando los años, viajando a distintas zonas de pesca en el amazonas peruano con Ciro, llevando distintos grupos, distintos pescadores con características diversas, y energías distintas, etc., aprendimos mucho uno del otro, no solamente a caminar por la selva, a utilizar los señuelos indicados, etc., en mi caso Ciro me mostró que si en el acto de pescar, busco precisamente esa fusión con la naturaleza que me rodea, lo que podríamos lograr mediante una armonía bajando nuestro nivel de ansiedad, nos va a permitir captar e interpretar nuestro entorno, las variables, los tips de la pesca, etc., etc, etc.,
Cuando uno entra en ese estado pescando, y no pesca, lo sabio sería dar cuenta de nuestras propias limitaciones en cuanto a la actividad, y no atribuir estos aspectos a cuestiones místicas. Dar cuenta de nuestras propias limitaciones nos coloca en una posición sabia e inteligente, quizás las que nos merezcamos al formar parte de una Creación, o la de formar parte de un Todo, o un Cosmos Racional,  vaya uno a saber.  Es bastante importante verlo desde este lado, porque de ese modo nos vamos a exigir a una mayor concentración, a una mirada más profunda. Pero cuando nos concentramos, superamos niveles de ansiedad, no tomamos la pesca como una competencia, sino como un beneficio que nos ha otorgado la vida, empezaremos a notar  esas variables, esos sonidos, esos aromas, esos movimientos, entendemos porque detrás de los abejorros andan las arawanas, como es el chasquido de un tucunare en plena cacería, como es el movimiento de los fasacos, las tarariras, los pacu, cada uno hace un movimiento distinto en el agua, tanto un paiche como una chambira generan ondas diferentes en el agua, etc., pescar es ver y percibir todo esto, es remover tal vez nuestro instinto ancestral, es rebuscar en nuestra genética, nosotros sabemos hacerlo, pero el exceso de humanidad nos supera, las presiones, las emociones,  las ansiedades, muchas veces nos juegan en contra, en este sentido el intento de volver al estado de Naturaleza es más que válido para la actividad.
Si bien la buena o mala suerte se puede definir en todos los ámbitos como un hecho que probabilísticamente ocurre al azar, y por lo tanto al ser así no es controlable, de esto se sigue que hay entonces pescadores afortunados y otros desafortunados. Pero la pesca, aplicando la Teoría de Ciro, ya no sería un conjunto de éxitos y fracasos, tiene que ver con otras cuestiones, tiene que ver con una predisposición, tiene que ver con una búsqueda constante de nuestra esencia. 
Por último, en pesca no hay nada escrito que sea cierto (ni siquiera esto mismo), ni verdadero sobre que sujetarnos. El acto de pescar, es un aprendizaje constante, como aprendices de la vida misma. Seguramente reflexionar sobre la TEORÍA DE CIRO, es mucho más amplio de lo que surgió de este breve ensayo.

GUÍA DE PESCA: EDUARDO F. CAÑUETO 


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